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Durante el larguísimo reinado de siete décadas de la metódica Isabel II, Su Graciosa Majestad tuvo casi por costumbre ser anfitriona de dos visitas de Estado cada año, por lo general una en cada semestre. La extraordinaria pompa que despliegan los Windsor en estos eventos, la meticulosidad con la que se diseñan la agenda y los acuerdos bilaterales, y el deseo de dar el mayor realce posible a las visitas de mayor rango en el protocolo internacional, convirtieron en una auténtica tradición en Londres lo de menudear este tipo de visitas en las que se recibe con los máximos honores a jefes de Estado de países aliados.
Carlos III lleva menos de tres años en el trono, pero parece decidido a seguir los pasos de su madre en esta cuestión. El cáncer que se le diagnosticó a principios de este 2024 le obligó a minimizar al máximo su agenda durante varios meses. Y, como si quisiera recuperar el tiempo perdido, últimamente ha pisado el acelerador de su rol como estadista. Y, así, a finales de junio desplegó la alfombra roja para recibir a los emperadores de Japón; en octubre emprendió su primera gran gira en el extranjero con visitas a Australia y a Samoa -donde presidió la cumbre de la Commonwealth-; y este martes recibe en la segunda visita de Estado anual al emir de Qatar, Tamim bin Hamad Al Thani.
El soberano del pequeño pero riquísimo Petroestado, que llegó a Londres el lunes junto a una de sus tres esposas, la jequesa Jawaher, ha recibido el vistoso saludo de bienvenida este martes al mediodía, ceremonia con la que daba comienzo el programa oficial de una visita de marcado carácter económico. Aunque la maltrecha salud de los miembros de la familia real británica vuelve a tener por desgracia demasiado protagonismo en este viaje tan importante para los intereses del Reino Unido. Así, si por un lado la buena noticia es que la princesa de Gales, Kate Middleton, vuelve a estar presente en algunos actos del programa -no en cambio en el gran banquete de Estado de esta noche-, por otro lado Buckingham anunciaba horas antes de la llegada del líder árabe que la reina Camila no estaría presente en el recibimiento ya que, un mes después, sigue sin recuperarse del todo de su infección de pecho.
La del emir de Qatar es la primera visita de Estado de la era del nuevo primer ministro, el laborista Keir Starmer, quien, como todos sus predecesores, no oculta su intención de apoyarse en los Windsor para impulsar los negocios en el Golfo, máxime cuando Londres está especialmente necesitado de reducir su abultado déficit comercial incrementando sus acuerdos económicos con los países más ricos del convulso Oriente Próximo.
El emir catarí y su consorte han comenzado la jornada en el Palacio de Kensington, donde el príncipe Guillermo y su esposa les han agasajado con una recepción privada a modo de bienvenida al país. A continuación, todos se han trasladado hasta Horse Guards Parade, donde aguardaba el rey Carlos, quien ya sí ha recibido de modo oficial a sus huéspedes, y donde los dos jefes de Estado han pasado revista a las tropas. Como es propio de la Monarquía británica, no ha faltado el vistoso paseo en carruajes hasta el Palacio de Buckingham, donde los miembros de las dos dinastías almorzarán, para, posteriormente, visitar una exposición en la misma residencia real, que tras este viaje cerrará sus puertas durante tres años para ser sometida a profundas reformas.
La reina Camila se encuentra en baja forma desde su regreso de Australia y Samoa. Y los médicos le habrían recomendado evitar actos al aire libre, por lo que su encuentro con el emir de Qatar se producirá ya en los salones palaciegos. Mientras, la mejor de las noticias es la recuperación de la princesa Kate, también diagnosticada de cáncer a principios de este año. Sin embargo, su vuelta a la normalidad institucional es paulatina. Y, por ello, no va a participar en el banquete de Estado, de modo que todo apunta a que concluirá 2024 sin que se haya podido ver ni una sola vez a la futura reina consorte con tiara.
La región del Golfo es especialmente importante para Londres desde su salida de la Unión Europea. El Brexit ha distanciado en muchos aspectos al Reino Unido del Viejo Continente, y ello ha obligado a este país a reforzar sus alianzas económicas y estratégicas con otras áreas del globo donde ha solido tener una fuerte influencia. El primer ministro Keir Starmer está inmerso en complejas negociaciones para alcanzar un acuerdo de libre comercio con el Consejo de Cooperación del Golfo (CCG), que involucra a países como Qatar, Arabia Saudí y Emiratos Árabes Unidos.
En el Golfo, el papel de la Corona británica es extraordinario, por las sólidas relaciones de los Windsor con todas las dinastías locales. Los Al Thani, que gobiernan con puño de hierro Qatar, no son una excepción, y esto es algo que se pretende reforzar con esta visita. Tampoco se le escapa a nadie que la dinastía del emirato, con una fortuna familiar estimada en unos 350.000 millones de dólares, es dueña de propiedades estratégicas en toda Europa, incluido el Reino Unido, donde entre otros muchos inmuebles y negocios se hicieron con los míticos almacenes Harrods, que durante 25 años estuvieron en manos del egipcio Mohamed Al Fayed.
Por otra parte, Qatar, a pesar de su reducido tamaño, se ha convertido en los últimos tiempos en un destacadísimo actor geopolítico. La influencia diplomática de Doha no ha dejado de crecer y el emir Tamim bin Hamad Al Thani está inmerso en una frenética actividad de proyección global que, de momento, tienen en la Corte de los Windsor su última parada.
No faltan, sin embargo, críticas en Londres al recibimiento del mandatario catarí, como las protagonizadas por colectivos LGTB, que han organizado una concentración este martes ante Buckingham para protestar por la presencia del líder de una "dictadura homófoba". La geopolítica obliga tantas veces a comerse no pocos sapos.